La séptima edición de una fiesta que en sus inicios fue de las primeras que se atrevió a confiar en el rock nacional y a fusionarlo sobre el escenario con lo mejor del resto de la cultura uruguaya.
En esta edición, solucionados los problemas de organización de la anterior, uno pudo preocuparse por la música.
Esta es por lógica MI visión de la fiesta, son infinitas las bandas que no voy a nombrar porque es imposible estar en dos lados, o para ser más especifico, en nueve escenarios al mismo tiempo.
La apertura de unos Buitres alejados de la una, a las 5 de la tarde en un Estadio totalmente diurno fue el puntapié inicial de la fiesta de la diversidad.
En el América la primer banda en aparecer fueron los argentinos de Bersuit que además de su falta de “Testosterona” a la hora de tocar en nuestros pagos se le sumaron problemas de sonido lo que llevo a un show pobre por demás.
Rendher fue la encargada de abrir el Motel y con canciones de su futuro disco nos mostró lo que había dibujado ya en el Pilsen Rock 2005, una banda que se las trae y que se mete en un estilo poco explotado en este país. Luego llegó el turno de Psimio que aprovecho la oportunidad para presentar varios temas nuevos.
Mientras en el escenario De Acá Vendetta agitaba a los que la acompañaban y La Conjura daba cátedra de blues.
Volviendo al estadio, afortunadamente Alejandro Dolina se plantó frente a los problemas de sonido y, aunque atrasó todos los horarios del escenario, nos permitió escucharlo como corresponde, a un programa de la trayectoria de La Venganza Será Terrible.
Ya con la noche gobernando el cielo del Parque Batlle, y mientras La Trampa insistía en su set laberíntico tan poco interesante, El Otro Yo explotaba sobre la Ámsterdam con temas de Espejismos y clásicos de la banda e incluso alguna sorpresa que hacia tiempo que no tocaban.
En Motel Dani Umpi desataba una fiesta tan diversa como la X, y La Teja Pride rapeaba al estilo De Acá, dándole paso a Mandrake y Los Terapeutas.
Ya en una nueva jornada llegó uno de los momentos más esperados de la fiesta cuando Dárgelos y compañía trajeron todo el glamour de la mano de Babasónicos. Batallando con los problemas de sonido dejaron todos sus clásicos, y a la gente con ganas de que la próxima oportunidad en que vengan sea a un lugar con sonido y locaciones acorde a la calidad de la banda, no como sus dos últimas presentaciones.
Parar ir cerrando la fiesta (por lo menos mi fiesta, hasta donde me dio el cuerpo) el brasilero Paulino Moska, trovador heredero de la escuela globalizadora, pero no pasteurizadora de Jorge Drexler, desplegó su prosa en tono bossa.
En fin, un año más, igual de desordenado en los horarios, más organizado en el tema comida, igual de diverso en la propuesta musical, de una de las fiestas más representativas de la cultura uruguaya.
Redacción: Federico Méndez Odllakoff